Senaru

El día comenzó cuando aún era de noche. Antes de acostarme estuve en la terraza conversando con Virginoa de Hannover y la rubia Matilda de Dinamarca, quién tocó temprano a mi puerta para contemplar el amanecer. Conversamos por un buen rato y desayunamos. Café con leche y panqueques para las europeas y tostadas de huevos con tomate para mí, que antes de especificar mi procedencia, fui catalogado esta vez como francés. Vino la despedida, mano extendida y la floja siesta después del desayuno, lo cual me llevó a pensar que la ida al volcán se estaba haciendo poco estimulante. Esto más el calor y lo tarde que era, hizo que me fuera desanimando ante la alternativa opción de ver unas cascadas. El consejo de la danesa fue que siguiera el canal de agua y luego todo sería sencillo, así que empecé a subir mientras un bosque de monos se iba haciendo presente. Algunos tenían sexo en los árboles, otros se alejaban a mi paso y los menos se acercaban a una distancia muy próxima haciendo unos bramidos algo agresivos, como si quisieran defender su territorio. El paseo duró unas cuatro horas. Las cascadas eran majestuosas con caídas de agua desde gran altura. Muy buena excursión para abrir el apetito y degustar arroz frito con verduras y huevito que cocinó la musulmana a cargo de la Hostal, mientras los varones andaban por el Volcán Gunnung Rinjani. La mujer no hablaba inglés y era la primera musulmana que me topaba en Indonesia, porque en Bali todo era Hinduista. Nasi Goreng repetía mientras cuchareaba el plato, dándome a entender que ese era el nombre de lo que comía. Nasi Goreng, Nasi Goreng empecé a repetir en mi cabeza. Parecía que mientras más hacia el este iba, menos posibilidades de hablar inglés iba a encontrar.