De Sumbawa Besar a Sape


Todo comenzó cuando al anochecer salí a dar un paseo con la idea de conseguir una cerveza, cosa que en el Losmen no iba a encontrar. Al verme dando vueltas, la musulmana encargada exhibió una ancha sonrisa repitiendo Nasi Goreng, Nasi Goreng, poniéndose presurosamente a picar verduritas, pero de alguna manera pude hacerme entender logrando evitar otro plato de arroz. Después de caminar un rato, encontré un lugar dónde se veían algunos occidentales. Con inesperada facilidad me incorporé al diálogo y luego de ofrecer una ronda a los comensales, me preguntaron a que me dedicaba.
-Soy Antropólogo, respondí.
-¿Y viajas sólo?
-No, ando con un colega que está en las Islas Gilli.
En ese momento Koen se integró a la conversación y con curiosidad me preguntó si estaba investigando algún tema. Queriendo no sonar extraño, conté acerca de la teoría del cocodrilo milenario que habitaba con dinosaurios.
-No había escuchado algo parecido, comentó uno de los presentes.
-Pero yo si he escuchado que hay dragones por esta zona, dijo Koen.
-¿Dragones que tiran fuego?, preguntó uno de los tipos que parecía tener acento estadounidense.
-Muy gracioso, replicó Koen con ironía. Parece que son unos reptiles muy grandes que hasta son capaces de comerse un búfalo de desayuno.
-Me gustaría ir a ver eso, dije con interés.
-Lo único que verás por esas islas es pobreza y destrucción. Las guerras que terminaron con la independencia de Timor Oriental dejaron todo a la miseria, señaló otro de los presentes.
-En todo caso prefiero averiguarlo, dijo Koen.
Y así fue como partimos. Llegué al primer internet que vi y le escribí al Gecko contándole de los nuevos planes. De todos modos Koen se había transformado en una muy buena compañía a quien le gustaba hablar de fútbol y sicología, especialmente de su trabajo con niños. Y cuando nos faltaba de qué conversar, sacaba su ajedrez medieval imitación piedra con tablero de madera, junto a sus cigarrillos indonésicos sin filtro y con olor a cartón. Así se pasaban las horas. Yo con mis Marlboro en un principio estaba avergonzado de mi ajedrez chino magnético comprado en Bellavista a $500, pero luego empezó a sernos muy útil, en la medida que comenzamos a jugar arriba de las micros. En uno de esos trayectos en el último asiento de una micro bien saltarina, Koen se quejó de que no quería jugar más, porque sufría de dolor de cabeza.
-Con esa basura que fumas, no me extraña nada que tengas jaqueca, dije mientras encendía otro Marlboro.
-Es que no hay nada como fumar en el transporte público, se defendió Koen. Siempre quise fumar arriba de los buses en Rotterdam.
-Estoy de acuerdo, pero esto es Indonesia. Aparte que los cigarros tuyos huelen mierda, mi amigo.
-¿Tu sabías Zed que para los hombres de este país, estos cigarros son símbolos de masculinidad?, preguntó Koen como queriendome enseñar algo.
-Tratándose de los tipos de acá, nada me extraña, dije mientras tosía.
Un corto silencio me sorprendió observando a Koen mirando a sus alrededores.
-¿Qué haces?, pregunté.
-Busco a alguien para darle los cigarros, respondió.
-¿Quieres un Marlboro?
Koen parecía no escucharme, mientras seguía buscando a su alrededor.
-Lo que pasa es que no quiero fumar más, dijo.
-¿En serio?, pregunté.
-Si.
-Entonces tira los cigarros por la ventana, dije desafiante, lo cual Koen hizo inmediatamente.
-Desde ahora, dijo el holandés, no fumo más.
-¿Sabes que?, dije.
-No, ¿qué?
-Voy a solidarizar contigo, no voy a fumar más tampoco. Y tiré mi cajetilla con 17 Marlboro, la última que me quedaba del cartón.
-Y el encendedor también Zed, dijo Koen.
-Y el tuyo también Koen, repetí, mientras seguíamos trayecto. Yo ya no volvería a fumar más.
De Sumbawa Besar tomamos una micro bien pequeña con la que realizamos un viaje agotador, llegando a Bima el domingo en la noche a dormir al Losmen Komodo. Agradecí mucho estar con Koen en ese momento. El se manejaba bastante bien hablando Bahasa, algo que yo encontraba sumamente inútil. Y lo seguí encontrando poco útil, aunque saber algunas palabras no estuviera de más.
-Selamat Malam!, dijo Koen.
-Apat Kabar, respondió el tipo de la recepción.
-Kabar baik, continuó el holandés.
-¿Qué estás hablando?, pregunté sin aguantar más la curiosidad, mientras el hombre nos conducía a ver las habitaciones.
-Nada sólo saludando, respondió.
Mientras llenábamos el libro de registro, Koen le preguntó al tipo qué significaba Komodo, a lo que siguió una larga conversación entre ellos. Yo ya me estaba sintiendo como estúpido pensando en todo el tiempo que había estado aprendiendo inglés con el fin de poder hablar con todo el mundo y resulta que ahora no me podía comunicar. Al volver a la habitación, Koen llegó contando que el dueño de la Hostal le había dicho que Komodo era una pequeña isla, mucho más al este de Bima y que era el lugar dónde habitaban los dragones, que eran únicos en el mundo. Sacamos nuestros mapas y nos quedamos matando las cucarachas de la pieza, mientras conversábamos del marcado sentido musulman de la isla de Sumbawa. Es que a diferencia de Bali y Lombok, abundaban las mezquitas que llamaban a orar a las cuatro de la mañana, mediodía y a distintas horas por alto parlantes.
En Bima algo más se encontraba que en Sumbawa Besar, pero la verdad es que nada realmente llamativo aparte de las mezquitas, así que a la mañana siguiente partimos a Sape, que era el lugar donde zarpaban los ferry. Al despertar fui a la boletería a preguntar a que hora era el primer transporte, encontrándome sorprendentemente con Gecko. Junto a él había un inglés y un alemán con gorro de Boca Juniors, como souvenir de su viaje por Buenos Aires. Luego de ponernos al día de los últimos acontecimientos, cinco éramos los que estábamos a bordo del barco con destino a la Isla de Flores, porque nada había directo a Komodo. Este iba a ser otro largo viaje, de unas diez horas, aunque el nivel de comodidad no podía compararse con viajar en bus. El navío no tenía cubierta, así que encontramos dos clases techadas, sentándonos donde había televisor. Yo no recordaba la última vez que había visto una tele y menos de cuando no veía un partido de la liga española, así que puse mis ojos en la pantalla, aunque prontamente me distraje con un chaparrito ultra abrigado que escribía algo, así que de una ojeada vi que estaba haciendo y me di cuenta que estaba en castellano.
-¿Qué escribes?, pregunté curioso.
-Un poema, pos guey, respondió
Su nombre era César y claramente era de México. Salimos a tomar aire fresco a la terraza y me mostró algo de su poesía: “La mañana continúa la expedición a los ojos”. Al volver, en la TV pasaban una película de Humphrey Bogart en Perl Harbour, con la que me quedé rápidamente dormido con la apacible sensación de que las cosas giraban muy bien y que se estaba armando una excursión que seguramente nos iba a conducir a verdaderas rarezas.
6 Comments:
wooow.....viejo me senti en una pelicula....el nomadismo...
esos dragones son heavy, tienen no me acuerdo si 3 o más tipos de venenos horribles en el hocico. te muerden y te van siguiendo con paciencia sabiendo que vas a caer pronto. De todas formas no se si se comparan a una mordida claveliana. Cuentanos cómo sigue. Frk
esta mejor tu bloggssgsgsgs
felicidades
pongale ,as fotos aunque sean bajadas de la internet
Muy buena,
La mejor,
sigue dándole Lord.
JdeD
muy entretenido
sigue Cleivel, sigue .....
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